domingo, 2 de agosto de 2009

VIDASCRUZADAS

María Cristina, una enfermera de primera, había quedado para desayunar con su pareja en 30 minutos. Ahora estaba arreglándose el pelo porque siempre le importó verse guapa.

Al mismo tiempo, una señora tropezaba con un carrito de bebé, cuya madre despistada, le estaba explicando por teléfono a su marido ciertos problemas con la guardería (que ella pensaba innecesaria). Su marido le interrumpió esta llamada, puesto que salió mas tarde de su parada de taxi para recoger a un cliente. Para Andrés el retraso del taxi le pareció una eternidad, ya que en ese momento tenía una entrevista de trabajo y se había levantado tarde.

María Cristina se encontraba en apuros para elegir los zapatos adecuados para un vestido negro, recién comprado para la ocasión, ya que quería sorprender a su pareja con un conjunto perfecto.

Al mismo tiempo, nuestro acalorado cliente hizo poner muy nervioso al taxista, preocupado por la llamada, puesto que no dejaba de insistir que acelerara. Además de ir más deprisa, perdió cierta concentración al volante, ya que no le gustaba comenzar la jornada con clientes de este tipo. Una furgoneta de reparto hizo mal su salida haciendo que Juancho, nuestro taxista, realizase un frenado muy brusco que además del susto, provocó que Andrés reincidiera en su labor de estresar a nuestro conductor.

María Cristina estaba radiante, bella, preciosa, guapa, espectacular, hermosa, ella lo sabía, y se disponía muy feliz y contenta a cerrar la puerta de su casa y cruzar la calle, mientras se daba los últimos retoques con su espejo de mano.

Si la señora no hubiera tropezado con el carrito.
Si nuestro taxi hubiera salido a su hora.
Si a Andrés le hubiera sonado el despertador a tiempo.
Y si la furgoneta de reparto hubiera mirado al salir...

El taxista habría visto a una chica de vestido negro, con un espejo de mano, que cruzaba la calle de una zona residencial de Barcelona.


(Texto corregido por "ATREVIDA Y EXIGENTE ADMIRADORA NÚMERO UNO")


P.D: Grazie per tutto.