Estaba escribiendo una entrada súper interesante, en
las que comento una foto y os echáis unas risas, cuando me he acordado de una
conversación con un amigo. Que por cierto, ahora ya no lo es. ¿Por la
conversación? Puede ser, vosotros diréis;
La conversación era sobre mi blog. Él pensaba que
podía hacerlo más famoso, del tipo: publicarlo por mas sitios, poner cosas que
produzcan muchos comentarios, escribir más sencillo... vamos, hacerlo más
comercial. Y para hacerlo más legible y accesible, hasta me recomendó usar un
número exacto de palabras para asegurarse una mayor cantidad de visitas.
Seria absurdo
que una persona escribiera porque le la gana, cómo es mi caso, y a la vez,
controlara el número de palabras a utilizar. Me parecería muy falso.
No sé, ¿imagináis
que por ejemplo en “El Quijote” se hubiera puesto Cervantes a contar palabras?
Seria absurdo, y no lo hizo. Consiguió que su novela se convirtiera en una obra
maestra, y a la vez, ser “ese” libro
que no hemos leído ninguno pero no lo reconocemos, porque no queremos parecer
incultos.
Pues yo no lo
he leído. Y no es por el número de palabras que tiene, porque he leído cosas
mas largas. Es algo personal entre “El Quijote” y yo.
La cuestión es
que la conversación se encasquillo en el significado de “comercial”. Defendía
la idea de cómo un producto, mas o menos artístico, puede desembocar en un
éxito de ventas. Y por tanto, la única forma de saber que algo es bueno de
verdad es con el número de ventas. Ya que podemos valorar que le ha gustado a
mucha gente. Un pensamiento estúpido, lo sé, pero en ese momento era mi amigo y
tenia que escucharlo.
Pero lo que me
pareció muy absurdo, y así se lo dije, fuese que intentara convencerme de que
ganara dinero con lo que escribo. Cómo si todo se pudiera vender.
Hay cosas que
no valen nada, no porque nadie te lo compre, simplemente no tiene valor. Como
un amigo, le dije, una amistad no tiene valor, un amigo es un talismán, que no
talibán.
Aunque si
tienes un amigo de Afganistán partidario del movimiento fundamentalista
islámico, tienes un talismán talibán.
Pero me negó
con la cabeza.
Él creía en que
si una persona es talibán no puede tener amigos, es malvado y nunca podrías
confiar en él. Yo le contesté que no le confiaría mis ideas para escribir, ni mi blog, porque las vendería, como se
vende los típicos monigotes con cabeza dislocada para el coche, que no tienen
sentido alguno, pero ahí están, con un mercado de lo más establecido.
Y así fue como
entendí que tenía que poner a prueba mi amistad con mi actual ex amigo.
No paso el
examen de amistad. Tampoco os desglosare el experimento. Llevo 470 palabras y estoy cerca de que esta
entrada no la lea nadie.
Termino 484.