viernes, 2 de agosto de 2013

484


Estaba escribiendo una entrada súper interesante, en las que comento una foto y os echáis unas risas, cuando me he acordado de una conversación con un amigo. Que por cierto, ahora ya no lo es. ¿Por la conversación? Puede ser, vosotros diréis;

La conversación era sobre mi blog. Él pensaba que podía hacerlo más famoso, del tipo: publicarlo por mas sitios, poner cosas que produzcan muchos comentarios, escribir más sencillo... vamos, hacerlo más comercial. Y para hacerlo más legible y accesible, hasta me recomendó usar un número exacto de palabras para asegurarse una mayor cantidad de visitas.
Seria absurdo que una persona escribiera porque le la gana, cómo es mi caso, y a la vez, controlara el número de palabras a utilizar. Me parecería muy falso.
No sé, ¿imagináis que por ejemplo en “El Quijote” se hubiera puesto Cervantes a contar palabras? Seria absurdo, y no lo hizo. Consiguió que su novela se convirtiera en una obra maestra,  y a la vez, ser “ese” libro que no hemos leído ninguno pero no lo reconocemos, porque no queremos parecer incultos.
Pues yo no lo he leído. Y no es por el número de palabras que tiene, porque he leído cosas mas largas. Es algo personal entre “El Quijote” y yo.

La cuestión es que la conversación se encasquillo en el significado de “comercial”. Defendía la idea de cómo un producto, mas o menos artístico, puede desembocar en un éxito de ventas. Y por tanto, la única forma de saber que algo es bueno de verdad es con el número de ventas. Ya que podemos valorar que le ha gustado a mucha gente. Un pensamiento estúpido, lo sé, pero en ese momento era mi amigo y tenia que escucharlo.
Pero lo que me pareció muy absurdo, y así se lo dije, fuese que intentara convencerme de que ganara dinero con lo que escribo. Cómo si todo se pudiera vender.
Hay cosas que no valen nada, no porque nadie te lo compre, simplemente no tiene valor. Como un amigo, le dije, una amistad no tiene valor, un amigo es un talismán, que no talibán.
Aunque si tienes un amigo de Afganistán partidario del movimiento fundamentalista islámico, tienes un talismán talibán.
Pero me negó con la cabeza.
Él creía en que si una persona es talibán no puede tener amigos, es malvado y nunca podrías confiar en él. Yo le contesté que no le confiaría mis ideas para escribir, ni mi blog, porque las vendería, como se vende los típicos monigotes con cabeza dislocada para el coche, que no tienen sentido alguno, pero ahí están, con un mercado de lo más establecido.
Y así fue como entendí que tenía que poner a prueba mi amistad con mi actual ex amigo.
No paso el examen de amistad. Tampoco os desglosare el experimento. Llevo  470 palabras y estoy cerca de que esta entrada no la lea nadie.

Termino 484.