Leo en las revistas: “llorar limpia el alma”, y la verdad es que yo lloro, pero no es por limpiar, es porque soy un ser humano que bebe mucha agua. Tanta agua bebo, que por algún lado tiene que salir la pobre. Orina, lágrimas, saliva, sudor, etcétera… (Pongo “etcétera” por no escribir semen). Dicen que es bueno, no lo sé. Quizás no, o mejor, depende. Porque beber tanto, cuando vives en una familia pobre de Senegal haciéndose obligatoria la ingesta líquida de los pozos municipales, es lo más parecido a beber la orina putrefacta de un caquéctico dromedario enfermo.
La cuestión, y creo que he perdido el hilo de la conversación (si es que en algún momento la he tenido), es que quiero hacer un esfuerzo para mejorar las posibles sequedades que nos aguardan. Ya que pronto vendrán las sequías, junto con los anuncios catastróficos de los electrodomésticos que ahorran agua, y las noticias, más catastróficas todavía, sobre la falta de fluido terráqueo, quiero adelantarme y anunciarme como el primer ser humano en tirar la primera piedra para mantener el equilibrio hídrico. Mi plan de acción: beber menos. Todo un gran paso para la humanidad, y es que ya espero vuestras felicitaciones y recompensas. Pero antes, y mientras escribo esto, se ha puesto a llover. Así que ahora vengo, que voy a por un vaso de agua.