jueves, 15 de abril de 2010

EL PEQUEÑO GRAN NIÑO ROTO

Es la sombra de lo que un día fue.

Era el tipo de persona al que le gustaban las cosas bien hechas, se inspiraba con el sonido que hacen las cerillas al encenderse y le agradaba el olor a gasolina, o el de las tostadas recién hechas. Le gustaba introducir las manos en un saco de lentejas, la sensación era incomparable. Si se hubieran puesto alguna vez delante de él, estaría ante un estándar de referencia, un alma sin dueño, un hombre único.

Hubo algún tiempo en el que se creyó con la posibilidad de cambiar lo que le rodeaba, fuerte, que los obstáculos no eran impedimentos para su persona. Solamente era un niño jugueteando a ser grande, en un tren que se precipitaba hacia el acantilado. Salir corriendo era una posibilidad, pero qué hacer cuando su única dirección es verticalmente opuesta. Al final la pena inundó un lago de desesperación en un día de agónica tormenta.
Ahora no es más que un barco hundido, un juguete roto, un cristal dañado. Es un animal herido, un desperdicio, un despropósito.

Es un viejo loco enloquecido.