martes, 27 de abril de 2010

2:32

Ensimismado mirando cómo parpadean los dos puntos que separan la hora capicúa, seguramente estará puesta la alarma para que suene dentro de cinco horas. Pero eso, ahora mismo, carece de importancia. Un sentimiento agonizante se aferra a mi alma y hace que mire los dos puntos en busca de una explicación.
Sinceramente siempre he tenido la teoría de que las personas nos predisponemos con lo que pensamos, actuamos en cierta forma para que suceda lo que nos ronda por la cabeza. Pero, ¿cómo comprender al niño que quiere dejar de pedalear para acabar en el suelo?
Un estado de ánimo complejo y redundante me atiza por dentro, difícil de superar y peor de explicar. Si el “yo” de esta misma mañana examinara a al “yo” de las 2:32, lo tacharía de loco, incrédulo, débil y seguramente con mucha falta de sueño.
Me gustaría pensar como otra persona. Ser otra persona. Solamente para venir a atizarme bien fuerte, porque con suerte, o sin ella, conseguiría eliminar este rebozado del cerebelo que tengo, y conseguiría encontrar lo que no sé si busco.
Hoy estamos seguramente de felicitaciones. Felicito a las personas que lleguen a entender lo que están leyendo, felicito a las personas que lo terminen de leer, y por supuesto felicito a mí mismo, por ser las 3:13 y seguir perdiendo el tiempo en otra hora capicúa.