miércoles, 10 de febrero de 2010





Una pátina de nieve adorna de forma navideña una bicicleta. Espléndida imagen pude capturar con mi instantánea. Esta puesta en escena, solo se podría dar por un Dios todo poderoso, en gusto, que tratase de sorprender a unos inmortales con su tesoro blanco. Poético, mágico y por qué no decirlo, orgásmico. Me sorprende tanta perfección en tan poco espacio, me sorprende tal magnitud de supremacía que tan sólo yo pude vislumbrar.

Os preguntareis, como esta inmemorable imagen se ha cruzado en mi camino…
Pues queridos lectores que todo lo queréis saber, esa bicicleta es mía.

Ya os adelanto que cogerla por la mañana, y tan solo rozar un átomo de tu cuerpo con tal elemento traído del mismísimo glaciar ártico, hace que tu vida quede para la posteridad como un trozo de flan en las manos de un anciano samurái, con párkinson, afectado de epilepsia, en plenas convulsiones.

Pues ni espléndida, ni poética, ni carajas! Lo único que se te pasa por la cabeza es cagarte en la mismísima…


Saludos desde el infierno de hielo.