viernes, 8 de enero de 2010

CUENTO ..IV..

Simón era un tipo normal. Quizás si alguien le hubiera preguntado si era feliz, habría contestado que sí. Pero eso correspondía al pasado, porque nunca sabemos lo importante que puede llegar a ser un momento, hasta que lo recordamos. Ahora nuestro contable, asimilaba lo que le decía el comisario.

Iván era un perro viejo, entro en el cuerpo de policía cuando era joven, y la experiencia le había brindado una mirada cargada de sabiduría, algo hastiada, vieja de siglos. Su cuerpo imponente en comparación con el de Simón, hacía una estampa graciosa. Se encontraba sentado delante de este, pero por debajo de la mesa, el comisario como si de un tesoro se tratase, rompía con disimulo un plástico con burbujas. Como si encontrase alivio en aquel gesto de violencia a pequeña escala.

- Querido amigo, lo importante es intentar levantarse de los tropiezos. Tomar impulso entre putada y putada para salir adelante.

- ¿Qué hago Iván? Tengo dos hijas a las que cuidar, y sin mi mujer a mi lado, no soy nadie.

- Pues su mujer no está, ha desaparecido, no la encontramos y nadie nos dice nada fiable. Ya han pasado seis meses. Únete más a tus hijas. Ya verás como todo te sale bien.

Lo de su mujer Belén se veía venir – meditaba Iván – que le traicionara era una cuestión de fechas. Después de todo – pensó – qué sería de nosotros sin nosotros mismos. La vida es un naufragio, y cada uno echa a nadar como puede.
Iván recogió su portapapeles con todo el papeleo, escondiendo con gran disimulo, el documento que explícitamente venía detallado como nuestro contable, Simón, era estéril. Comunicárselo, después de todo lo que tenía encima aquel hombre, era sin lugar a dudas, harina de otro costal.