No es que fuese malo o que se le diese mal, estaba teniendo mala suerte, simplemente mala suerte. Los otros jugadores habían cogido mejores cartas, y ahora que repartían de nuevo prefirió ni mirarlas, no quiso ni jugar esa ronda “a ciegas”, simplemente no las miró y no jugó.
Fue evidentemente la curiosidad la que hizo que al final de la ronda mirase si en realidad, y como había estado pasando durante toda la partida, continuaba esa mala suerte o bien la había conseguido sortear. Dos ases. Eran las mejores cartas que se pueden repartir en el Texas Poker. Por no mirarlas y no jugar esa partida, se declaró oficialmente un hombre maldecido.
Se puede asemejar a la probabilidad que hay de pisar una mierda con chanclas, a salir del coche después de un viaje de 10 horas y se te cague una paloma del tamaño de un cóndor, a perder las llaves de tu casa el único día que tu familia se encuentra de viaje y tú para no tener problemas con las llaves prefieres no beber esa noche y ser consciente qué haces con ellas. Lo mismo que padecer insomnio durante toda la noche y por el día te quedas dormido en el sofá y te despierta la alarma del móvil que te recuerda que te debes tomar la pastilla para dormir.
Estas cosas te hacen pensar en el DESTINO. En esa libreta que debería tener un semidios, donde en ella apunta lo que te debe pasar. Pero, por casualidades de la vida, es tu libreta la que acaba en las profundidades de las alcantarillas que recogen las aguas residuales del mismísimo infierno, y un enano paticojo, analfabeto y borracho, jugase con ella a escribir lo que le sale de las pelotas.
En esos momentos te apetece coger al tipo que inventó el DESTINO y desearle a ese pedazo de cabrón hijo de puta, que ojala le entren mil canceres que haga que se le caigan los huevos, y que un gato vagabundo y sarnoso se los coma y los vomite dentro de su boca, y luego que cague sus propias tripas, y un yonki con sida juegue a la comba con ellas.
Puesto que la vida te da continuadas putadas, unas veces más seguidas que otras, mi consejo es saber el método para ponerse en pie entre putada y putada, y seguir adelante.