Fue un tipo tímido, de los que no quedan para tomar café en un bar, porque sin que nadie le diga nada, se cree que le están espiando. Abstraído desde pequeño por la literatura fantástica, recurría a ella cuando quería construir su mundo. Era su sitio preferido, el baño, cuando parecía que estando allí era capaz de relajarse y poder hacer. Fue un vicio vicioso, una necesidad ultra humana, una superioridad a sus fuerzas, un sí por que sí. Sin leer no cagaba.
Belén por el contrario era toda sencillez, su forma de hablar y pensar estaba ya escrita en los libros que leía. Y fue así como se conocieron. Sin lugar a dudas eran del tipo de personas que, si las dibujas, no tardarías mucho tiempo en darte cuenta de que eran el uno para el otro. Eso se respiraba cuando se miraban, y se veía cuando se besaban.
Para él, ir al excusado, era todo un ritual, y no quería que ella lo contaminara. Por eso aguantó todo el tiempo. Lo que debería haber sido un fin de semana inolvidable, lo acabó siendo. El último día sobre ella, unido con un grito de placer, él acabó aflojándose como sabía hacer en su liturgia, se vació en un manantial desatado, sintiendo que algo tumefacto, oloroso y bascoso se había reventado hacia el exterior.