viernes, 11 de diciembre de 2009

PELEAS CONYUGALES

No soy un especialista, tampoco las entiendo, se puede decir que hasta no me gustan. Pero se me da muy bien reírme de todo. Destaco las peleas de parejas, entre todos los tipos de peleas, porque se han vuelto una de mis preferidas.

El momento cumbre y la cima de las peleas, es cuando ves “esa cara” en tu pareja (cara, que determina que está enfadada). Tú lo has captado, y ellas (que lo saben hacer muy bien) te lo ha hecho llegar. Ahora viene el momento en el que tu cabeza es como un martillo hidráulico, y presiona tu cerebro contra las paredes de tu cráneo, en busca de cualquier detalle que hayas dicho o hecho en las últimas tres horas (los libros de texto dicen que el rango que debemos utilizar es hasta cinco meses). Por tanto haces revisión de toda la mercancía, y te das cuenta de que todo marcha bien. Esta vez ella no tiene razón para estar así, y no has dicho ni hecho nada que pudiera enfadarla. Estas seguro. Y el valor que te da ese pensamiento, te hace ir donde está ella y le dices;

“Cariño… sé qué te pasa algo. ¿He dicho o hecho algo que te haya molestado?”
(El tono a utilizar es el más suave y dulce que tus cuerdas vocales, hartas de gritar, son capaces de emitir)

“¡¡No es lo que has dicho!! ¡¡Es lo que NO has dicho!!”
(El tono a utilizar es el más activo y acido que sus cuerdas vocales, hartas de no esforzarse, son capaces de emitir)

Bien señores. En este punto, la única imagen capaz de discernir por tu cabeza de hombre (que ha estado un rato esforzándose), es la de un Rottwailer de 50kg, con tus testículos en la boca, corriendo a toda prisa carretera abajo, perdiéndose con facilidad.

Entonces. Queridísimos lectores del sexo masculino y emparejados. Lo único que os puedo recomendar, es que si os encontráis en este caso de peleas conyugales, siempre tengáis a mano un silbato para perros. Porque la bronca es inevitable y está asegurada, pero con suerte, hagáis venir al perro y recuperéis vuestros cojones.

Un saludo.