Su vida era angustiosa. Porque su trabajo, un bar con pretensión de cafetería. Su marido, el tipo de persona que pretende ser amable, elegante, como si no supiese que el mundo dependiera de ese tipo de bondades para volver a su sitio. Hacían que las cosas cambiasen. Aunque ella supo transformar, con el tiempo, la angustia en dolor, y finalmente este en tristeza, que hacia expresar en su mirada una falta de esperanza terrible. Ella sabia que no solo de esperanza se vive, pero sin esperanza no se puede vivir.
Y con las ideas claras de quitarse la vida esa misma tarde, apagó las luces del bar y caminó en dirección a la puerta y, sin darse cuenta de la importancia de aquel momento, oyó la frase que cambiaría para siempre sus planes, su futuro, su alma, la idea de felicidad, su actitud, su lugar en el mundo:
- Espera un momento.