miércoles, 24 de junio de 2009

Córdoba

El azar, la suerte o porque yo lo elegí (ya no lo recuerdo), he acabado en una ciudad calurosa. Que engañado vivía yo, Dios santo. Pensando que había pasado calor en algún momento de mi vida. Ahora todo cobra sentido, ahora lo entiendo todo, todo encaja, ahora llego a discernir la verdad. Cuando por las noticias anunciaban en esas ciudades, bendecidas por Apolo, los grados a la sombra. Si amigos del averno, “grados a la sombra”, no es pura coincidencia que nos informen de la temperatura con esa coletilla, ¿Por qué no se usa el término genérico "grados"?
Es únicamente sentido de supervivencia, sentido común, ganas de vivir del operario mandado a recoger tal efecto medioambiental. Ciertas personas intentando captar, realmente, el calor que hace en esas ciudades que parecen recién sacadas del horno, que a su vez está introducido en un lavaplatos en marcha, que descansa en el interior de un volcán. Han fallecido dejando una mancha color negro-grisáceo en el suelo. Porque ¿qué creéis que son esas manchas, mas o menos redondas, que yacen a nuestros pies por doquier? Pues desde tiempos atrás se ha creído que eran restos de chicles, pero aquí llego yo, con mi incansable espíritu de investigación, el que os saca de dudas. Amigos del centro de la tierra, esas manchas son ¡cadáveres! Si, cadáveres de personas que no han sabido lo peligroso que puede ser Lorenzo en determinados momentos.
Yo lo he vivido de primera mano, como un becario de TVE intentaba dar la noticia en directo de los grados al sol que hacía en mi ciudad. Los ojos se le salieron de las órbitas, empezó a convulsionar, se le crearon pompas en la piel del tamaño de pelotas de tenis, no dejaba de salirle espuma de todos los orificios corporales, comenzó a despedir un humo que olía a pollo quemado y... Es muy duro que sea yo quien os comente la cara de su amigo, al retirar la ropa quemada y observar la mancha ya descrita, sin rastro de su atrevido becario.
Aunque este no es el único peligro que acecha en estas ciudades olvidadas de la señorita brisa y su madre el frío. Todo es consecuencia de una acción, y en este caso es la prisa de llegar al bar, tienda o recinto con techo. Es cuando entras, cuando te introduces en la mismísima Groenlandia en invierno sometida a una ola de nieve. Tu mente se paraliza, tu sangre no circula, te sientes inmóvil, tu cuerpo había olvidado esa sensación, y tardas varios minutos en darte cuenta de que comienzas el proceso de Algor mortis, y necesitas ponerte el chaleco que tienes para esos casos de ese tipo. En esos momentos reflexionas y descubres que si el cielo existe, seguro que tiene un aire acondicionado como ese.
Aunque penséis que no podía pasarte nada más, que ya estabas salvado, que eres feliz, todavía te queda lo peor. Es cuando te propones salir de aquel recinto tan maravilloso, porque después de varias horas debajo de una salida de aire, sin consumir alimentos ni bebida, hace que cualquier dueño se enfade y te invite a salir. Tú, tan sonriente y feliz con el chaleco, ignoras el motivo por el cual te encuentras en el interior del bar, y te propones a abrir la puerta. Es como un eructo en todo el rostro, emitido por un Tyrannosaurus Rex después de haberse comido toda una generación de ancianos. Ya es demasiado tarde, el proceso ha comenzado, el sol te ha visto y no hay marcha atrás, ya no puedes hacer nada más que convertirte en otra mancha a las puertas de la entrada de un bar...



PD: Historia basada en un hecho real.